Lograr hacer girar tres pelotas o cuatro al mismo tiempo por el aire, sin hacerlas caer es una tarea que requiere cierta destreza, habilidad y práctica. Pero realizar esta misma rutina sobre una escalera de casi tres metros o los hombros de una persona es aún más complicado y, en cierta forma, arriesgado.
Estas destrezas son parte del espectáculo que ofrecen cada día los malabaristas de la calle, aquellos artistas que no tienen un escenario para demostrar sus habilidades y han encontrado en los espacios públicos una oportunidad para entretener a la gente y, al mismo tiempo, procurarse recursos económicos para vivir.
Los malabaristas son bolivianos, pero también hay extranjeros que visitan diferentes países de la región y uno de ellos es Bolivia.
Hay, por ejemplo, un malabarista que se sube a una escalera de unos dos metros y medio de altura y en la cima hace equilibrio y hace girar por el aire conos.
Otro que ata una cuerda entre dos postes y hace equilibrio, realizando ejercicios, sin caerse.
Y también hay quienes se suben a los hombros de otra persona para, arriba, hacer girar antorchas.
Ese es el caso, por ejemplo, de dos hermanos que llegan hasta la avenida América y Melchor Pérez de Holguín, donde hacen espectáculos breves (lo que dura el semáforo de ese sector) para ganarse algunos pesos y ayudar con la economía de su hogar.
Uno de los dos adolescentes que realizan esta tarea en esa zona, quien prefirió no dar a conocer su nombre, explicó a Mi Cocha Tal Cual que aprendió, en una primera instancia a hacer girar por el aire dos pelotitas, luego tres y después cuatro.
Motivado por su hermano mayor, el adolescente empezó a practicar este espectáculo en las avenidas con tres palos y luego pasó a experimentar con antorchas, pero sobre el piso, hasta que un día se animó a hacer la misma rutina sobre los hombros de su hermano menor.
Estos hermanos llegan desde el municipio de Vinto para trabajar como malabaristas, pero destacan que no descuidan sus estudios.
Añaden que con la práctica es posible realizar estos ejercicios que parecen peligrosos y complicados. En su caso aprendió lo básico en una semana y la parte más complicada en un par de meses.
“Ahora ya puedo hacer con fuego, clavas y machetes”, afirma el adolescente e inmediatamente, junto con su hermano menor, se dirigen a la parte central de la calzada de la avenida América porque el “show debe continuar”.